¿Qué es lo que hay detrás de las emociones?. Desde hace tiempo se habla mucho del valor adaptativo de las emociones, de cómo nos han servido para poder sobrevivir a lo largo de la evolución de la especie. También han proliferado las técnicas que creen en los efectos positivos que tienen la expresión y liberación de emociones, bajo la premisa de que cualquier emoción reprimida tiene efectos negativos para uno mismo. Todo esto es cierto, pero sin embargo resulta insuficiente para nosotros si no conseguimos saber qué es lo que hay detrás de las emociones que experimentamos y cuáles son las técnicas de auto-regulación emocional que podemos utilizar para gestionar ciertas situaciones en nuestra vida cotidiana. Por ello vamos a dedicar este artículo a hablar de todo ello.
Partiendo de la base de que el mecanismo de la represión es un indicador de posible patología mental, la sola expresión de una emoción negativa nos puede proporcionar cierto alivio momentáneo, pero no resuelve el problema que subyace a esa emoción cuando esta es intensa o se perpetúa en el tiempo.
Las emociones que experimentamos de forma recurrente tienen su causa más lejana en nuestra propia historia personal, y en cómo se han vivido las experiencias desde la infancia, aunque también hay causas orgánicas o estructurales que median en su expresión. Sin embargo, esas emociones tienen su causa mas cercana en una sensación física o en un pensamiento (unas creencias, un juicio, una expectativa, un objetivo…), siendo estas causas más o menos conscientes. Por ejemplo, cuando algo nos duele en el cuerpo siempre encontraremos una emoción asociada (por ejemplo, miedo o enfado). Y si creemos que las cosas deben ser de una determinada manera, y eso que pensamos no se produce, experimentamos también una reacción emocional (ira, tristeza, frustración, etc.). Existe por tanto una interdependencia muy estrecha entre las sensaciones, los pensamientos y las emociones. Es muy interesante poder ver este mecanismo y como el mismo también influye en nuestras conductas.
Muchas de nuestras emociones (ya sea primarias, como la ira, el miedo, la tristeza, el asco…o secundarias, como la frustración, la envidia, el orgullo, la vergüenza, etc..) son la expresión de una pulsión, deseo o una necesidad no satisfecha, ya sea esta una necesidad primaria (como el comer, dormir, tener sexo, ser cuidado o amado…) o secundaria (más vinculada a la imagen, el estatus social, al logro, al reconocimiento, al prestigio, etc.). Pero también muchas de nuestras emociones son sólo el producto de un “yo” poco integrado, y del tipo de observador que estamos siendo.
Por ello, y sin pretender ser exhaustivos, para poder gestionar una emoción hay varias cosas que deberíamos tener en cuenta, siendo todas ellas complementarias:
Tomar consciencia de lo que pasa en nuestro cuerpo y en nuestra mente cuando aparece una emoción es siempre el punto de partida. Detenernos un momento para tomar perspectiva y observar qué pasa con nosotros, cual es la emoción y su sensación física.
Un paso más consistiría en darnos cuenta del estímulo que provoca la emoción y la causa de la misma (pues muchas veces no coinciden), identificando las causas cercanas (cual es la necesidad no satisfecha y el pensamiento que aparece asociado: las creencias, juicios, expectativas, objetivos…) en relación a esa situación y, si fuese posible, su relación con las causas lejanas (o la manera en que se han vivido determinadas experiencias en el pasado).
Cuando nuestras emociones son intensas o existe un nivel de sufrimiento más elevado, la historia personal es muy conveniente trabajarla para poder identificar esas causas lejanas y elaborar de otra manera las situaciones vividas y las experiencias emocionales. Hacer esto, aunque conlleva un mayor compromiso, es siempre de una gran ayuda.
En el momento en que nos hacemos conscientes de las sensaciones físicas, del mensaje y los pensamientos que hay detrás de las emociones, habrá que darse cuenta de cuáles son nuestras necesidades reales no satisfechas, cosa que en ocasiones no es tan fácil de ver. Una vez esto, se trataría de poder expresar cómo nos sentimos y que necesitamos, haciendo la petición correspondiente, o bien, si el problema estuviese en el tipo de observador que estamos siendo, en poder ampliar nuestra visión para así poner en práctica soluciones distintas a las que solemos intentar y que no nos han funcionado. Otro punto importante es tener en cuenta al otro como legítimo otro, con sus emociones y necesidades no satisfechas, que no tienen por qué coincidir con las nuestras. Es decir, ser capaz de escuchar en profundidad para comprender qué es lo que hay detrás de su experiencia, aunque no lo compartamos. Eso también nos ayudará a encontrar puntos para el encuentro, el acuerdo y el cambio, o bien para tomar alguna decisión consciente si fuese necesario.
Todo lo anterior tiene mucho que ver con la habilidad para entender las propias emociones y las de los demás, sabiendo comunicar y actuar en consecuencia (lo que se conoce por inteligencia emocional).
También es muy interesante comprobar si existe algún hábito o mecanismo automático que mantenga esa emoción, lo que los psicólogos muchas veces encuadramos dentro del condicionamiento operante. En ese caso se deberá actuar sobre esos hábitos o mecanismos automáticos.
A su vez, podemos gestionar las emociones con técnicas de auto-regulación, que inciden, entre otras cosas, sobre el nivel de activación y el equilibrio de la mente y el cuerpo (la relajación, la respiración, la práctica del yoga y la meditación, y otras tantas). Y es que en la mente y el cuerpo existen multitud de impresiones, tensiones y bloqueos de todo tipo, que se han ido acumulando a lo largo de nuestras vidas, lo que hace muy recomendable el tomar consciencia de ellos y trabajar con los mismos para liberarlos o reorganizarlos a un nivel más saludable.
Una última opción sería aceptar aquello sobre lo que no tenemos control, porque a veces el “dolor es inevitable pero el sufrimiento es opcional”. Lograr discernir ambas cosas es de gran ayuda para nuestro equilibrio emocional. Si en estos momentos hay algo sobre lo que no podemos realmente influir, nada que podamos cambiar, lo mejor será aceptarlo (que no es resignarse), y aprender a manejarnos con ello lo más sabiamente posible. Buscar siempre el control no es nada saludable. En resumen, siempre podemos elegir cual es nuestra respuesta a las situaciones, aunque esas situaciones por el momento no puedan cambiar.
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En HUMANO DEVELOPMENT te podemos acompañar para comprender y gestionar tus emociones de una manera integral. Para que sea eficaz, el autoconocimiento y el desarrollo de una sabiduría vital es imprescindible. Y en esto el mindfulness, la psicoterapia y el coaching pueden ser de gran utilidad.
Para finalizar, aprovechamos para dejaros un enlace a otro artículo relacionado: Los ciclos reactivos, como nos hacen sufrir